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viernes, 21 de noviembre de 2014

Espacios Culturales: La politización de la cultura y la batalla por la noche

08:00 Un informe que busca dar a conocer la problemática de los espacios culturales en Rosario; leyes obsoletas, el control por sobre la cultura, multas por difundir arte, espacios de contención obligados a cerrar sus puertas, una ley mal planteada, y una batalla desigual donde quien termina pagando es el artista.

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Por: Santiago Fraga y Mariano Milone - sfraga@rosario.com - @santifr_ar y @MiloneMariano

 En Rosario existe una lucha que se desarrolla día a día. Una lucha entre muros y papeles, que se ve reflejada por las noches ante los ojos de la juventud y la libreta de los inspectores. Una lucha muy desigual entre gente con ambiciones muy distintas: unos que defienden e impulsan espacios en el cual se contiene al artista de cualquier tipo y se genera una apertura cultural; y otros que responden a intereses de bolsillos más grandes, cuyo objetivo es burocratizar la cultura, privatizarla, e imponer un modelo basado en conveniencias que no termina por acobijar a una gran parte de una juventud generadora de producción artística, y en el cual suele ser más difícil adentrarse para ellos y para quienes quieren dar a conocer su arte al mundo. Una ley confusa, un frente armado, un proyecto presentado, un borrador de decreto que no cumple con las expectativas, un año de debates que pareciera no ser escuchado, lugares clausurados, multas insólitas y espacios culturales obligados a cerrar; son los saldos de una batalla por la noche que va para rato, pero cuyas consecuencias se viven en el presente.

Un problema desde el vamos

 'La Chicago Argentina' es una de las ciudades más culturales del país, donde miles de jóvenes y adultos toman al arte como trabajo y como forma cotidiana de vida y donde eso se respira por cada lugar que se recorra y cada artista con quien se hable. Sin embargo, también es una ciudad con un conflicto interno inmenso.

 Todo comienza por una ley difusa, que no nuclea a los espacios culturales como lo que realmente son, y por lo cual se ven obligados a estar enmarcados con distintas habilitaciones que no los representan. Esto es un gran problema, ya que al no estar legislados como corresponden quedan a merced de los inspectores de turno que deben juzgar a su criterio e interpretación, lo que da lugar a “inspecciones grises”. “Cuando la norma no es clara le das mucho más poder al que venga a controlar, quedás a merced de que el poder político diga 'esto sí' o 'esto no', porque vos no tenés una figura que diga realmente lo que sos”, afirmó al respecto Juan Monteverde, una de las caras visibles del Frente para la Ciudad Futura, partícipe de Distrito 7 y del ECUR (Espacios Culturales Unidos de Rosario) junto a su hermano Tomás.

 En el caso de su establecimiento, ubicado en Ovidio Lagos 790, detalló que todavía conserva la habilitación que tenía el lugar cuando era 'Mano a mano', el cual es “Sala cultural con servicio de bar”; habilitación que les posibilita algunas cosas, y varias otras no. Por otra parte, El Olimpo Bar, de Pablo Teglia, pese a ser un espacio de oferta similar a D7, está habilitado como “Bar con amenización musical con salón milonga”. Así se deja entrever que cada uno de los espacios culturales, pese a apuntar para el mismo lado, ante los ojos de la Municipalidad son lugares totalmente distintos, y la particularidad de la ley es que encima ninguna de esas habilitaciones termina representando el espíritu de lo que realmente pasa en esos lugares, que son espacios culturales. “Hay algunos que están habilitados como peña folklórica, y ha pasado que cayó un inspector y estaba tocando una banda de rock, y tuvieron que cambiar los acordes y tocar un tema del Raly (Barrionuevo)”, contó Monteverde, una anécdota tan graciosa como terrible.

 “Entonces hay una especie de irregularidad, pero regulada. Porque no es que nuestros espacios no están habilitados, sino que queda en manos del que viene a controlar, qué cosas mira y qué cosas no, qué interpreta de las normas. Es algo que pasa también con la policía, en la parte de averiguación de antecedentes, siempre que la norma es poco clara le deja más herramientas a la parte del control”, continuó.

 “Ahí es donde decimos que estamos en una especie de ilegalidad pero no ilegal, porque no es ilegal, pero uno se siente así porque cualquiera puede venir y pedirte cualquier cosa; porque la ley es tan laxa, tan amplia, y tenés un lugar con cosas similares con dos categorías distintas, que entonces le das poder al inspector que venga y, por otro lado, también a que si hay una cuestión política puede venir una orden de arriba de decir 'clausuralo', que es algo que tiene más que ver con nosotros porque además somos un movimiento político”, afirmó Monteverde en referencia al Frente para la Ciudad Futura y el Movimiento Giros.

 Por su lado, Teglia describió acerca de la habilitación que posee el Olimpo de Corrientes y Mendoza, y explicó que “son dos habilitaciones combinadas que de una forma se traducen en una tercera, que tiene algunos inconvenientes respecto a lo que es factor ocupacional, respecto a lo reestrictivo, y por otro lado cuestiones que por ahí dejan a la interpretación de inspecciones grises que se pueden tomar, como ya ha sucedido, como tergiversación de rubro”. Estas cuestiones son las que llevan a la clausura a muchos espacios culturales como La Chamuyera, Let's Dance, Club 1518, El Diablito Bar, el Gran Atlas, y Bienvenida Casandra, entre otros. El Olimpo, por su parte, fue clausurado en tres ocasiones distintas; una llegó a durar hasta dos meses y medio, y la última llevó incluso a que se realice una varieté en La Toma, tanto para solidarizarse con la causa como para bancar todos los inconvenientes que les genera a un lugar de estas características permanecer cerrados; desde los sueldos de sus empleados hasta los impuestos mismos del lugar. “Lo que se busca desde ECUR es encontrar el porqué a un montón de cuestiones y desentramar cuáles son los verdaderos intereses de fondo para que juguemos con las cartas arriba de la mesa -explicó Teglia-. La idea es trabajar dentro de un marco que nos contemple, que nos permita poder desarrollar nuestra actividad y que no solamente se coarte esto, sino que por el contrario, se fomente”.

 La postura de los espacios culturales lejos está de representarse anárquicamente al gobierno. Por el contrario, saben que la mejor opción es el acuerdo entre ambos, y no descuidan tampoco en tomar reparo ante la situación de los vecinos, en cuanto a ser un espacio que no perjudique el ritmo normal de vida de las personas que tienen cerca, ni donde se genere un ambiente hostil: “Estamos dispuestos a colaborar con lo que sea necesario, al lugar lo queremos intervenir de manera positiva, es lo que hacemos con nuestro laburo y cualquier inconveniente se puede solucionar regulando horarios, teniendo buena voluntad y tratando de pensar en quienes te rodean en el momento de trabajar. Con el tiempo fuimos aprendiendo, fuimos regulando las actividades, viendo que sean propuestas que no generen inconvenientes. Eso también se aprende y te lo da la experiencia”, aclaró Teglia, que luego sentenció: “Si es de diálogo la propuesta, va a haber mejores finales”.

A diálogo abierto, oídos sordos

 Diálogo es lo que desde el ECUR se viene fomentando desde su creación (y antes de la misma, cada uno de manera personal), pero a lo que la Municipalidad no parece darle demasiada cabida. Prueba clara de esto es que han presentado ya un proyecto de ley claro y conciso que abarca todas las exigencias que pueden pedir tanto la Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana como la Secretaría de Cultura, y añade los elementos necesarios para que los “Clubes Sociales y Culturales”, como estos espacios se buscan denominar, queden reconocidos como lo que son, como una figura única, y que tenga una agenda mínima de espectáculos (para diferenciarse así de los boliches). Sin embargo, un borrador de decreto se hizo público meses más tarde de la presentación del proyecto, y lejos de dar soluciones imponía más trabas y más exigencias a los espacios. “Había cosas que estaban bien, pero no contemplaban el núcleo duro; seguían en la misma lógica del control, de decir 'cómo controlamos estos lugares'”, comenzó explicando Monteverde. La lógica de la Municipalidad en relación al proyecto fue, por un lado, avanzar en el sentido de que, por ejemplo, entiendan que pueden convivir talleres y recitales dentro del mismo espacio. No obstante, cual juego de la oca, dieron un paso adelante, pero veinte pasos atrás. “Lo que nos dicen es 'reconocemos que pueden haber distintas actividades, pero entonces tienen que enviarnos la plantilla con una serie de requisitos de cómo van a moverse las mesas para cambiar de taller a recital'; reconocemos que está bien la lógica de la seguridad porque es lo primordial para todos los que vienen, pero ésto sólo es llenar de burocracia dónde poner una mesa, es otra vez llenar de papeles y burocratizar aún más el control”, sentenció.

 Quien fuera candidato a concejal por el Movimiento Giros en las pasadas elecciones siente que no hay un apoyo político al proyecto, y que deberían plantearse si “como Poder Ejecutivo prefieren tener 20 mil boliches, o espacios como éstos”, por las formas del Estado municipal de “entender la cultura”. Tal como lo dice él, hay que entender que estos lugares van “de forma paralela con el mercado”, no se rigen con esa lógica, por lo cual el Estado tiene que ponderar las cosas que ya existen, los espacios que generan esa determinada “producción cultural”, ya que hay mucha gente poniéndole la cabeza y el cuerpo a ello. No piden subsidios, no se le pide a la Municipalidad que los provea de artistas “oficiales”, nada de eso, sino tan simplemente piden que los dejen ser, que les liberen un poco de presión de encima y vean de qué forma pueden apoyarlos, pero ahí es en donde entra la “falta de decisión política”.

 Otra de las inauditas exigencias que el control municipal les pide a estos espacios, es la obligación de contar con un patovica en la puerta, como si de un boliche se tratara; muestra clarísima de la ignorancia y de lo que es la idea 'nocturna' de los ediles y funcionarios del gobierno. Al respecto, Maia Morosano, profesora de literatura, poeta y una de las representantes de Bienvenida Casandra, criticó: “Yo en mi bar no necesito un patovica en la puerta. Nunca hubo una pelea. Prefiero un psicólogo o un asistente social. No ven la diferencia entre un boliche y estos espacios y la diferencia es muy profunda. Nunca la van a ver porque no consumen estos lugares”.

 También está el tema de lo decibeles. Ante ellos, la reglamentación vigente pide, por ejemplo, que los decibeles afuera (osea, lo perceptible desde la calle) para espacios de estas características no superen la barrera de los 70dB, cuando un colectivo al pasar puede provocar hasta 92 decibeles. Esto sucede en consecuencia de que la normativa fue realizada en 1972, acorde al Decreto - Ordenanza Nº 46542/1972 acerca de Ruidos Molestos, Excesivos o Innecesarios, con una ciudad totalmente distinta de lo que es ahora, y por lo cual necesita una actualización urgente.
A su vez, la ordenanza N°7.218 de espectáculos públicos, sancionada por el Concejo Municipal el 5 de septiembre de 2001, expresa en el artículo 3.7: “Nivel Sonoro: El máximo nivel de ruido permitido para la difusión de música por cualquier medio dentro del horario de funcionamiento es de 80db A. Para el efectivo cumplimiento de este recaudo, los locales deberán contar con el controlador de sonido regulado por el decreto nº 468/01 , y/o la modalidad de software que comprime el sonido hasta el límite permitido”.

 Un estudio realizado en 1995 por el ingeniero Federico Miyara, fundador además del Laboratorio de Acústica y Electroacústica de la Universidad Nacional de Rosario, explica: “El nivel sonoro se mide en decibeles. Hay dos tipos de decibeles comúnmente utilizados: los decibeles A (dBA) y los decibeles C (dB). Es interesante ilustrar con algunos ejemplos la escala A. En el campo, en silencio, se tienen unos 30 dBA. En el interior de una casa, de día, el nivel sonoro es de alrededor de 40 dBA. Una conversación normal corresponde a 60 dBA. Un automóvil en buenas condiciones pasando a baja velocidad, a unos 70 dBA. Un colectivo promedio, acelerando, emite ruidos de alrededor de 90 dBA. Un martillo neumático a 4 metros, alrededor de 100 dBA. Por último, un avión reactor despegando, medido desde el borde de la pista, corresponde a unos 120 dBA”.
Volviendo al juego de la oca, un paso adelante fue que en este septiembre de 2014 el concejal Jorge Boasso se haya sentado a dialogar con el ingeniero Miyara para tratar una modificación a estas ordenanzas. Los veinte pasos atrás se dieron al notar que lo que sacaron en limpio los ediles de la charla nuevamente fueron cuestiones de control y limitación, como la incorporación de doble vidrio, separaciones de medianeras, pared doble, materiales absorventes por dentro, y etcétera.

 Un ejemplo muy claro de que las conversaciones impulsadas por los miembros de espacios culturales y a los que tanto el Concejo como el Poder Ejecutivo parecen hacer oídos sordos, es la noticia que salió el miércoles 29 de octubre y que demuestra que la mentalidad de estas personas acerca de que la noche se divide solamente en “Boliches y Bares”, no cambió. En una propuesta confeccionada por concejales de peso de todos los partidos como Jorge Boasso (UCR), Diego Giuliano (Rosario Federal), Rodrigo López Molina (PRO) y Osvaldo Miatello (PJ); se especifica un modelo de control que, mentirosamente, le da “más poder a los vecinos”, pero que en el trasfondo sigue beneficiando a los empresarios bolicheros y sigue demostrando la cabeza dura de no entender que los espacios no se pueden dividir solamente en “bailables” o “no bailables”.

 “No tendría que ser nuestra discusión porque el baile y la danza son un arte y nosotros a eso no lo vamos a discutir”, argumentó Morosano. “En nuestros lugares se baila y no por eso es un boliche, porque suceden todas estas cuestiones culturales de las que el Estado debería apoyar, difundir y gestionar la forma para que se nos haga más fácil a los lugares independientes”, cerró.

 Extrayendo textual un párrafo de la anteriormente mencionada noticia, publicada en el Diario La Capital: "Según confiaron a La Capital fuentes parlamentarias, el proyecto 'sólo se ocupa de la actividad en bares y boliches durante la noche y deja afuera la regulación a otros espectáculos masivos como recitales e incluso a los parques de diversiones concesionados'. En ese sentido, el texto consensuado entre radicales, macristas y justicialistas apunta a 'simplificar todas los rubros existentes en la actualidad a sólo dos para evitar que haya tergiversaciones y dificultades en el control que debe efectuar la Municipalidad'".
Nótese que a lo largo de los dos párrafos (y también en el resto de la nota, que se puede encontrar por internet), en ningún momento se menciona a los espacios culturales. Se habla de bares, de boliches, recintos de recitales masivos y hasta parques de diversiones (!); pero sigue sin contemplarse a esas decenas de lugares culturales que luchan por su derecho a existir y convivir en igualdad de condiciones con La Casa del Tango, la Sala Lavardén, el Club Brown, el Teatro Broadway o demás lugares de especial interés municipal.

 “La reglamentación del sonido, la publicidad ilícita, el tema de baile o no baile, son reglamentaciones que se plantean para los espacios nocturnos y nosotros no somos ese tipo de espacios, tenemos actividad de noche pero también tenemos de día y actividades barriales y sociales que eso también nos diferencia de los bares comunes”, afirmó remarcando las distancias Maia Morosano, quien tristemente para ella se encuentra hoy sobreagotada por la situación, y eso la lleva a haber tomado la decisión, junto a su compañera Laura Brandazza, de darle cierre a su club social y cultural.

Bienvenida Casandra y el triunfo de la burocracia sobre el arte; otro caso más, y van...

 El colorido establecimiento de Sarmiento 1490, que desde hace cuatro años y medio actúa como difusor de la cultura en la ciudad (el primer año y medio como “Lapacheta Cultural”, con otros colegas) y hasta ha llegado a albergar, por ejemplo, la trasnoche del Festival Internacional de Poesía, además de numerosos recitales, muestras de fotografía, feria de editoriales, ciclos de cine, percusión y danzas, entre muchas otras expresiones artísticas, hoy transcurre por sus últimos meses de vida, con una figura de más de 1,80 metros vestida de negro en la puerta cortando con el rojo de las paredes. Las constantes inspecciones, las exigencias absurdas y las clausuras fueron formando un cóctel que terminó por explotar cuando el mes pasado recibieron multas por publicidades “no autorizadas”, que son afiches que las bandas que iban a tocar allí pegaron en las calles para publicitarse. Esa fue “la gota que rebalsó el vaso” para ellas.

 Se torna realmente difícil afrontar todos los gastos que conlleva dirigir un lugar de estas características. Si encima de ello ponen palos en la rueda todos aquellos que supuestamente sostienen la bandera de la cultura y que deberían apoyarlos, se vuelve imposible. Con respecto a la Publicidad No Autorizada, Morosano afirmó que “ya es ridículo”, pero que lo peor de todo es que este accionar municipal supone que los espacios culturales donde se realiza tal actividad tienen ellos que “controlar a los artistas” para que no peguen los carteles, su medio de difusión, y que en caso de que los peguen se “comen” ellos mismos la multa y entonces ahí deben perseguir al artista para cobrarle. 

 “Es un poco lo que ellos proponen con esto, que quedemos como los malos de la película”, recriminó, y agregó: “Nos ponen como controladores estatales, que no es nuestro trabajo, y que es imposible que controlemos debido a la cantidad de artistas que pasan; y aunque fuese posible no lo haríamos porque no es nuestro rol, nos enfrenta entre nosotros mismos, y además no estamos de acuerdo con eso: ¿Cómo vamos a controlar algo que no estamos de acuerdo? No es una ley que hayamos puesto nosotros, ¿por qué la vamos a tener que controlar nosotros?”. Para sentenciar, añadió: “Si nos ponemos a pelear o perseguirnos entre nosotros mismos, fuimos”.

 Entre todo esto surgió recientemente una fuerte polémica también debido a que la Municipalidad envió multas tanto a Bienvenida Casandra como a Distrito Siete de publicidad ilícita por carteles que estaban pegados en la propia vidriera del local. Ante el reclamo de ambos establecimientos, desde el oficialismo afirmaron que se trató de una equivocación en la dirección a la cual se tenía que remitir la multa. Sin embargo, mientras que por un lado resulta demasiado sospechoso que se hayan confundido dos veces y que justo las multas cayeran en espacios culturales, por el otro la única respuesta que recibieron fue que “lo van a hablar”, pero que no van a tener que pagar la multa. No obstante esa respuesta quedó ahí, y el futuro es de incertidumbre.

 En cuanto a números, las multas por publicidad ilícita corresponden a 400 pesos cada una. A partir de ahí se pueden hacer los cálculos del dinero que la Municipalidad irrisoriamente les quita a los espacios con esta medida. “Nosotros tenemos 1200 pesos de multas por la publicidad. Imaginate que todas las bandas pegaron carteles, porque es su forma de difusion. Imaginate que cada una pega 30 carteles. Imaginate que jueves, viernes y sábado pasan bandas por Casandra. O sea, hacé 30 carteles, multiplicado por 3, por cuatro bandas, por 400 pesos...Olvidate”, reflexionó. El resultado a esa cuenta suma un total de 144 mil pesos, que debería pagar cada lugar como Casandra.
“El problema es que hay un monopolio en el tema de la publicidad. Hay sectores que tienen comprados los lugares donde sí se puede hacer publicidad y pasa que nosotros no tenemos el dinero para eso. Obviamente que el Broadway sí va a tener dinero para poner la publicidad donde la pone; Sport 78 obvio que va a tener para pegar su cartelera por todo el shopping; nosotros no. Nosotros en realidad no somos empresarios, no ganamos mucho dinero”, aclaró Maia.

 También considera importante remarcar sus diferencias entre un “bar” como Bienvenida Casandra, y un bar común. “A un bar la gente va a tomar algo, no a encontrarse para armar un proyecto de cómo ve al teatro rosarino. No suceden talleres, ni movimientos artísticos y eso no quita que los bares no estén bárbaros, que es algo que todos consumimos, pero son diferentes, entonces la reglamentación tiene que ser diferente”, comenzó. “Nosotros pagamos muchísimas cosas, nos cuesta y se nos hace muy difícil sostenernos económicamente porque nuestra gente no es rotativa, es decir, va la gente a ver un espectáculo y nada más. En un bar la gente va a tomar algo, después se va a otro lugar y esa mesa la ocupa otra persona. En los espacios culturales no pasa eso porque el público tiene que pagar una entrada, se queda, cuando termina el show se va y cerramos, y si no hay un evento, no abrimos porque no viene la gente. Entonces nuestro público depende mucho de la actividad que se realice y es esa la actividad. No estamos de las 7 hasta las 5 de la mañana con gente, lo que nosotros recibimos por noche es limitado, pero tenemos que pagar lo mismo que pagan los lugares que sí tienen esta posibilidad o que sus espacios son diferentes, para más personas”, denunció. Para colmo, eso no es lo único: “Hasta tenemos que pagar el Ente de Turismo, ¿para qué? Si a nosotros no nos traen turistas”, contó entre risas de indignación. “Son cosas ridículas y si uno suma la cantidad de cosas que tenemos que pagar son las mismas que un bar, que un boliche y además tenemos la situación real de espacios culturales que no somos ni boliches ni bares y no ganamos lo mismo. Eso hace que lo nuestro sea muy difícil de sostener económicamente”, finalizó acerca de la verdadera injusticia que padecen.

 Todos esos fueron los detalles que terminaron por estallar ante la nueva modalidad de multas de la Municipalidad. A todos esos gastos económicos hay que sumarle el evidente desgaste físico y mental que genera hacer sobrevivir un lugar, brindarle algo bueno al público, y encima tener que atenerse a los caprichos inútiles que impone el gobierno. Otro dato a tener en cuenta es que, por ejemplo, para responder a una multa se deben presentar dentro de las 48 horas, cosa que si no pudieron realizar, sea por el motivo que sea, se los declara en rebeldía. Eso pesa muchísimo, como también pesan las deudas, y pesa todo el esfuerzo que se tiene que realizar para estar en buenos ojos ante la ley.

 Ese desgaste es el que los lleva a Bienvenida Casandra a cerrar luego de cuatro años aportándole al público, con un trabajo que no les dio dinero, pero que sienten que “no fue en vano”, y que se ve reflejado en los llamados y los mensajes de gratitud que reciben de parte de los artistas. En cuanto al cierre, Morosano contó que se van a realizar dos fechas de despedida. La primera será este domingo, 23 de noviembre, cuando se realice la última Feria de Editoriales , “algo muy característico de Casandra”, que incluye lectura de poesías y en donde van a pasar todos los poetas y las editoriales de Rosario independientes que participaron en ellas durante los últimos dos años, y cerrarán la velada dos bandas. La última y definitiva será el sábado 20 de diciembre, donde se convocará también a varias bandas que pasaron por el lugar a tocar nuevamente. Ambos eventos van a ser de entrada libre y gratuita, y se estará pasando “una gorra” por todos los chicos que estén trabajando y a los músicos. “Vamos a despedir el lugar con la frente bien en alto, con mucha dignidad y también con mucha felicidad por lo que aportó a Rosario”,concluyó la invitación.

La voz de los artistas, el Festival No Autorizado

 La mencionada medida adoptada por la Municipalidad de etiquetar como Publicidad No Autorizada a cualquier propaganda que no corresponda a un evento que cuente con el aval socialista, o a cualquier propaganda estatal, es un golpe duro al artista independiente, cuya difusión mediante afiches o folletines es su única posibilidad de darse a conocer a la gente fuera de las redes sociales. Encima, también cayeron en la bolsa de la censura oficial todos los afiches que reclaman por justicia social, política, y que denuncian represiones o irregularidades. Las primeras apariciones de la cinta naranja causaron un enorme revuelo en todos los ámbitos de la sociedad, y desde el Colectivo Avispero se impulsaron reuniones que, con el apoyo de más de 40 organizaciones artísticas y artistas independientes y con más de 30 artistas en escena, derivaron en la concreción del “Festival No Autorizado” el domingo 9 de noviembre en el sector que comprende lo que es la vera del Río entre Oroño y Moreno. Cientos y cientos de entusiastas artistas se acercaron al Parque en una movida autogestionada, hecha a pulmón, por artistas y para todo aquel que se quisiera acercar. Fue un evento sin intervención municipal, sin guardias de seguridad, sin patovicas, sin vallas, sin gente con afán de hacerse millonaria, sin pauta publicitaria, sin propagandas políticas, y sin ningún disturbio. Fue un acontecimiento lleno de alegría, lleno de libertad, que por momentos recordó fuertemente a aquellas movidas en el under rosarino que prácticamente no se vivían en la ciudad desde la década de los 90', y por otros daba la satisfacción de ver que aún no todo está perdido. Las dos consignas que se pudieron ver en remeras y carteles fueron muy claras: “La cultura no se censura”, y “La cultura no se negocia”. A ellas, se les sumaron las voces de cada uno de los que asistieron para defender al arte de la forma en que debe ser: bailando y cantando. La lluvia quiso jugar un papel de verdugo ante la algarabía de los convocados, pero si bien logró su cometido de hacer tener que posponer el festival cuando recién rondaban las cinco de la tarde, no logró hacer callar a toda esa juventud que gritó que algo andaba mal. No lograron callar todos esos gritos que fueron la voz de un arte al que se golpea día a día. Si bien no se puede aún hacer futurología y saber si el festival, con sus consecuentes futuras continuaciones en sus distintas formas, llegará a sacudir los escritorios de aquellos que solamente tienen entre sus papeles los permisos de habilitación de Deyabú, Yamper o Madame, que ya ha hecho ruido lo ha hecho, y mucho; y quizás ese el avance más grande que se puede lograr con toda esta clase de movidas, esa comunión entre artistas de toda índole y de todos los sectores en favor de su trabajo y de la cultura con un masivo apoyo popular. Porque en definitiva, además de los espacios culturales, el que termina pagando los platos rotos de la batalla por la noche es el artista. Es el que no va a encontrar apoyo en otros lados y al que se le va a complicar todo aún más para poder expresar lo que les gusta hacer en la vida.

 “El artista que recién empieza, que no tiene un disco grabado y hace un año que toca con la banda, no va a tocar en la Lavarden. Ese artista va a los lugares como Casandra, El Espiral, La Chamuyera o El Olimpo. Lo mismo pasa con los actores; si no tienen una trayectoria de años no van a estar en La Comedia”, dijo Morosano respecto a esto, y es algo que hay que pensarlo y que hay que tener muy en cuenta. Los espacios culturales no son sólo negocios, son la ventana y vidriera de muchos artistas emergentes que a través de ellos comienzan a ganarse un lugar entre el público rosarino. Hoy en día, y si estos espacios cierran, cada vez van a ser menos los artistas que puedan darse a conocer. Esa cultura emergente que antes se podía encontrar en lugares más clandestinos como el Galpón Okupa o demás recintos o pubs que conformaban el under rosarino en décadas anteriores, en la actualidad es prácticamente nula, y no existiría de no ser por esos “bares” que brindan un escenario, un micrófono y una mano a quien se quiera expresar.

 Incluso no sólo ante los jóvenes artistas que recién andan haciendo sus primeros pasos se les está bloqueando su libertad de expresión, sino que también afecta a los más consagrados. Como ejemplo, en una de las reuniones de Colectivo Avispero, se recordó el caso de un músico cordobés, conocido entre la movida del folklore, que tenía acordado con gente del Estado para realizar una fecha en la ciudad. Paralelamente, accedió a participar de una peña junto a varios jóvenes folkloristas rosarinos en un centro cultural pequeño. La misma tarde del evento recibió un llamado, advirtiéndole que si participaba de esa peña no le iban a permitir realizar sus fechas “oficiales”. Finalmente se vio obligado a pedir disculpas y desistir de participar en la peña (mediante la cual ayudaría a la difusión de esos jóvenes folkloristas) al tener en riesgo esa fuente de trabajo, y para colmo su presentación oficial todavía no fue fechada.

 Este caso es una muestra de que nadie queda exento del monopolio cultural que se pretende por parte de la Municipalidad de Rosario, en el que tienen cabida aquellos empresarios adinerados que disponen de la capacidad de pagar por copar las calles de publicidades gigantescas, de pagar cifras exorbitantes por artistas de renombre (o el contacto para que Cultura los pague y se los lleve), de tener contactos con productoras que también se encarguen de llevar a esos artistas, de poder violar alguna que otra normativa gracias a la posibilidad económica de afrontar una multa, y de estar mejor vistos ante los ojos de los inspectores; y donde se deja de lado a los pequeños y medianos espacios que no se vuelven millonarios con estos proyectos, que están en una gran desigualdad de condiciones tanto normativas (al no estar contemplados como lo que son y tener que pagar los platos rotos de legislaciones mal contempladas) como económicas, al no poder competir tampoco contra los grandes comercios culturales.

 Estará luego en la decisión de cada uno a qué lugar concurrirá cuando caiga la noche o qué tipo de cultura disfrutará, pero es de suma importancia colectiva la comprensión de la importancia de que exista esta diversidad cultural. El valor de que no se calle ninguna voz, y de que existan lugares que sean propensos al fomento de nuevas voces, que en definitiva son las que hacen que Rosario sea una ciudad cultural. Nadie puede decir que es mejor o peor un club social y cultural que un boliche, pero es esa variedad de opciones la que enriquece a la noche y la que transforma al tan manoseado y tergiversado término de “cultura” en algo inclusivo, popular y ejemplar. La cultura la hacen los artistas. La noche también debería incluirlos.



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