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miércoles, 26 de marzo de 2014

Perry Farrell: el dueño del Lollapalooza

01:40 Fundador y garante, la voz de Jane's Addiction repasa los momentos más fuertes del festival, y cuenta el detrás de escena de la cancelación de Nirvana horas antes del suicidio de Kurt Cobain

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La sonrisa en falsa escuadra de Perry Farrell, esa mueca que parece definir el límite de la cordura y que fue bandera de la Internacional Alternativa, se expande y repliega como si fuera una mancha de mercurio. No hace falta estar frente a él para verla. Es una sonrisa torcida -algo de Ron Wood y de Charles Manson, de anciana maliciosa y de yonqui redimido- que tiene sonido propio. Es la música de la voz de Farrell que, en diálogo telefónico, transmite la misma dulzura desconcertante que escuchábamos en las grabaciones en vivo de Jane's Addiction, como ese momento clásico de Kettle Whistle en el que dice, antes de cantar "Jane Says": "What a night, uh!".

Una década antes de fundar Lollapalooza (1991), Perry llegó a Los Angeles sin saber qué hacer de su vida. Era hijo de un joyero de Queens y de una madre que se había suicidado cuando él tenía 3 años. Le gustaba surfear y sabía hacer joyas. Su hermana mayor le había transmitido el gusto por la música negra ("Terminó casándose con uno de los músicos de Richie Havens") y su hermano lo había iniciado en el rock clásico. "Recibí una gran lección musical por parte de mi familia", dice Farrell. "Sin querer me habían enseñado a cantar y bailar, pero pasó mucho tiempo hasta que pensara en dedicarme a la música. Yo era un explorador, un curioso. Empezaban los 80 y andaba con pibes que tocaban punk, y para eso no tenías que tomar clases ni ser un músico dotado. Sabiendo que podía cantar y actuar, empecé a imitar a Mick Jagger, a David Bowie, a Sinatra, y así tuve mi primer grupo underground, Psi Com."

El paisaje de época que pinta tiene la solidez y el brillo de un jukebox en Sunset Strip. "Cuando empezamos Jane's Addiction, a mediados de los 80, yo diría que fue la última gran década para las compañías major. Los sellos tenían presidentes visionarios y la gente andaba por Los Angeles desesperada por escuchar música nueva. Todos llegaban a la ciudad con un sueño; caminabas por la calle y te daba la sensación de que cada joven con el que te cruzabas tenía una banda. Los cortes de pelo, las camperas de cuero con el nombre del grupo favorito en la espalda. Fue entonces, cuando Jane's edita su primer disco en 1987, que yo sentí que estaba en el lugar y el momento correctos. Eramos raros tocando para otros raros, chicos que andaban todo el día en la calle porque no querían volver a la casa de sus padres. Y cuando sacamos Nothing's Shocking (1988) yo entendí que, además de imitar a otros artistas, podía aportar algo nuevo, que fue un poco el rock alternativo que encabezamos con los Peppers, Nine Inch Nails. Nuestra reacción a una escena que empezaba a ponerse un poco tonta y comercial de la mano del hair-metal y demás."

En ese origen también está tatuada la vocación emprendedora de Farrell. Había escrito canciones extraordinarias y tenía una voz única, una garganta intoxicada de tenor ligero. En el escenario era una gárgola plástica que acechaba delante de una banda equidistante del punk y el sonido progresivo. Pero él quería liderar algo más grande que un grupo de rock: quería representar a una generación. Y cuando en 1991 decidió desarmar Jane's, organizó el Lollapalooza como un festival itinerante de despedida. "Era un joven con un enorme entusiasmo por los espacios de comunión y celebración", dice hoy.

En ese entonces sólo tenía que llamar a sus amigos (Trent Reznor, Henry Rollins, Siouxsie) para que se sumaran a la fiesta. ¿Cómo funciona ahora, con Lollapalooza convertido en una marca multinacional? "Ser programador del Lollapalooza es un trabajo sencillo", dice Farrell. "Los managers saben que es un gran lugar para los grupos: pagamos bien, el artista se da a conocer frente a un público de 40 o 50 mil personas, cosa que ninguna compañía discográfica puede lograr hoy. Yo participo de las primeras reuniones, pero después me relajo porque sé que la gente está literalmente peleándose para entrar en el line-up. Estoy encima de todo lo que lo rodea."

Cuando se le pide que liste sus recuerdos favoritos del Lolla, evoca los momentos de emoción que vio desde un costado del escenario. "Me acuerdo cuando Eddie Vedder se tiró al público en 1992, lo excitada que estaba la gente, y él surfeando la multitud. O Lady Gaga hace unos cuatro años, cuando actuó en un escenario pequeño, saltó también y el público la agarraba del pelo, de las tetas. Pero fue lindo; después la ayudaron a que volviera al escenario y ella volvió a saltar. Quería sentir esa adoración. Arcade Fire en 2005: eran como una banda militar, con todos esos músicos en escena. ¡Y ahora los van a tener en Argentina! Wow, va a ser tremendo. Pensá que van a estar los Peppers, Nine Inch Nails, Soundgarden, todos grupos seminales de una escena. Y tenerlos a todos juntos. El line-up de Buenos Aires es de primer nivel para cualquier ciudad del mundo."

Este Woodstock de la generación grunge tiene como deuda histórica incobrable la participación de Nirvana. Se suponía que iba a encabezar el cartel de 1994, pero el 6 de abril la banda anunció que se bajaba. Dos días después, apareció el cadáver de Kurt Cobain. Farrell da detalles inéditos de esas horas. "Yo estaba viviendo en Venice Beach, hundiéndome cada vez más profundo en las drogas, y mientras tanto Kurt estaba tratando de rehabilitarse en un lugar que quedaba ahí nomás de mi casa. Entonces recibo un llamado de Courtney [Love] preguntándome si sabía donde estaba Kurt. Le digo que no tengo idea. Me dice: «Se escapó de la rehabilitación, no sé dónde está». Nosotros teníamos que hablar porque estábamos en negociaciones. Recuerdo haber escuchado que Kurt quería armar su propio festival y llamarlo Lollapaloozer. Y yo decía: «No, dejate de joder, no hagas eso». Le dije a Courtney que la llamaba si Kurt aparecía. Y bueno, el resto es historia. Nirvana canceló, Kurt murió y hablé con los Beastie Boys, que armaron un show con George Clinton, y finalmente encabezaron los Smashing Pumpkins."

Unos meses después, el 1 de agosto, en la parada de Filadelfia, Courtney subió al escenario con un vestidito blanco. Tenía el aspecto de una muñeca estropeada y, antes del show de los Pumpkins, cantó "Trippin' Jack Daniels". Al final pidió un momento de silencio por Kurt. Es una de las escenas inolvidables del Lollapalooza, y se puede ver en YouTube.

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