Las imágenes después de que el árbitro italiano Rizzoli marcara el final, fueron elocuentes. A Lionel Messi se le escapaba el sueño que había perseguido durante cuatro años, y toda su vida. El Mundial se escurrió como arena entre las manos y quedó a favor de los alemanes, lo que generó un profundo dolor en toda la Selección, pero más que nada, al '10' y capitán del equipo de Sabella.
Hubo tiempo para la reflexión y lo hay para el esparcimiento, antes de ponerse bajo las órdenes de Luis Enrique, su nuevo entrenador en el Barcelona. El mejor jugador del mundo aprovecha sus últimos días de licencia para estar con sus seres queridos, acompañado siempre de cerca por su mujer, Antonella y su pequeño hijo, Thiago. Y no prefiere las excentricidades de otros colegas.
Según el portal Infobae, Lio, como si fuese uno más, se paseó en el centro comercial Tierra Chica de la localidad de Funes, que está situada a unos 20 kilómetros de su Rosario natal. Allí recibió el calor de todos los fanáticos y jamás se opuso a firmar un autógrafo, atender el reconocimiento o sacarse una foto con alguien. La "Pulga" es una figura fuera de serie, no solamente por las maravillas dentro del campo de juego.